Peregrinación a la isla de Citera, de Jean-Antoine Watteau, es una obra de 1717 y no se debe confundir con la posterior Embarcación en la isla de Citera, la más célebre del pintor francés. Este óleo sobre lienzo representa una escena en un paisaje idílico protagonizada por personas de clase alta, lo que en aquella época era un tema totalmente rompedor y novedoso. Esta pintura acabó creando un nuevo género, conocido como «fiesta galante».
La poesía francesa hace numerosas alusiones a una isla en la que reside el amor y, como desde la Antigüedad existe en ella un templo a la diosa Afrodita, la isla de Citera se convirtió en el lugar perfecto para la escena idílica de Watteau. Citera aparece en el cuadro dividida en tres planos principales. El primero, una arboleda frondosa en múltiples tonos de verde y marrón, que podría simbolizar fertilidad y vida. El segundo, algunos peregrinos que suben la colina en dirección al primer plano, hablando y festejando. En el fondo, un atisbo de agua que se extiende hasta formar un suave horizonte. Los colores son dulces, apacibles, los que uno encontraría si estuviera peregrinando a una isla en la que reina el amor. El cielo es una delicada mezcla de tonos azules y rosados, lo que se añade al idilio del mítico lugar.
Los personajes están distribuidos por todo el paisaje, caminando, hablando o sentados sobre la hierba. Sus ropas son coloridas y de aspecto refinado, aunque no suponen un estallido de color desconcertante, sino que se adecúan al tono del resto del cuadro, como si los aristócratas estuviesen hechos para el lugar. La paz, dicha y tranquilidad que inspira la imagen provoca cierto sentimiento de envidia, y hace preguntarse a todo el que la ve si alguna vez logrará encontrar su propia isla de Citera.
Cristina Gómez Medina
(curso 2020-2021)
Puede escuchar la descripción mientras contempla el cuadro pinchando aquí.
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